Vértigos y puntos de referencia
- Carlos Alberto Lozano Díaz
- 11 nov 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 5 jul 2024
Desde que metí dos materias según yo "optativas" (sistemas de creencias y introducción a la filosofía) durante mi primera carrera en ingeniería en producción musical, no he dejado de preguntarme cosas. Y no es queja, simplemente aquella elección se convirtió radicalmente en una de mis pasiones; y no creo que haya sido como tal la materia, pues como dicen, depende siempre del profesor. Hubo dos profesores que tuvieron tanto impacto en mí desde su forma didáctica y su gran destreza de enseñarme a pensar que plantaron en mi una semilla; y no fue una "semilla del saber", sino simple y sencillamente una semilla de la curiosidad por querer saber, por querer entender. ¿Entender qué? En ese entonces por querer entender primeramente lo que me trataban de decir estos profesores en su clase; pero poco a poco fui escalando eso al grado de querer entender qué onda con mi entorno. con la sociedad, con el sistema en el que vivimos, con mi vida y en general con lo que llamamos realidad. Algo en mí me hacía prestar mucha, pero mucha atención. Hoy en día, esa semilla me ha motivado a tomar decisiones como la de comenzar una segunda carrera en filosofía.
Decidí emprender ese camino gran parte porque ya tenía previamente una "espinita" por entender más y mejor mi fe, entonces de alguna manera ya desde la formación que me daban en la Iglesia me cuestionaba ciertas cosas, y esa inquietud me llevó a las bases: a la filosofía. Incluso tuve inquietudes de entrar al seminario, pero ese es otro tema; no quise estudiar filosofía en la Iglesia porque he tenido desde siempre la impresión de que la enseñanza filosófica en espacios católicos puede ser sesgada y orientada a la teología, y yo quería conocer imparcialmente el pensamiento en la historia. He tenido muchos vaivenes y complejidades para cursar la carrera como quisiera, pero como ahora ya soy consciente de las prioridades de mis circunstancias (elegidas), hombre casado, trabajando y con cuentas por pagar, he sido más misericordioso con mi proceso de aprendizaje.

La filosofía creo que la pudiera representar con esta foto de la escalera en espiral. Honestamente, han sido muy pocas las materias que me han dolido (ya llegaré a ese punto); y he vuelto a confirmar: es el profesor. He descubierto que pensar, estrictamente hablando, no es generar oraciones e ideas en mi cabeza. Pensar es un acto liberador, es el acto de analizar un tema particular partiendo de preguntas fundamentales que nos llevan mediante la argumentación lógica a poder concluir algo verdadero y llevar esa conclusión a discusión. Esto precisamente suele provocar una sensación de vértigo; pero no es uno cualquiera, es un vértigo existencial; por eso mencioné que han sido pocas las materias que me han dolido, porque pensar duele, más que nada porque requiere un esfuerzo, y todo esfuerzo produce en cierto modo dolor. El vértigo se produce cuando está uno en el acto de pensar y se crea un diálogo tanto con uno mismo como con otra o varias personas; esto porque se sale de lo aparente para caminar hacia lo real, y me atrevería a decir en estos tiempos de posverdad, hacia la verdad.
Para evitar mareos he descubierto también otra cosa: toda persona que se ha empeñado a pensar, ha partido de un punto de referencia. Las referencias están siempre presentes y es como el agua para nosotros: no podemos saber nuestra "ubicación" ni tampoco es posible vivir si no tomamos algo como objeto de referencia para maquetear en la mente las ideas que generamos y el entorno en el que nos hallamos. En la investigación esto sucede por rigor pero en la vida cotidiana esto se da naturalmente. Por un lado, la palabra investigar viene del latín vestigium, que se refería a la marca que quedaba en la tierra por la planta del pie. En el ámbito académico, no es más que seguir las huellas de alguien más que ha pasado por cierto camino. René Descartes, por ejemplo (es el que tengo más presente), compara su búsqueda metafísica con la frase de Arquímedes: "dadme un punto de apoyo y moveré al mundo", para demostrar la necesidad de un punto de referencia cierto o verdadero del cual partir para pensar.
Por otro lado, las referencias se heredan de generación en generación gracias a una experiencia o acontecimiento particular que nos cautiva, nos deja un aprendizaje y lo guardamos muy profundamente en nuestra historicidad. Los sentidos en cada momento nos están dando información para establecer ese punto de apoyo para hallarnos en el tiempo y el espacio; en las alturas debemos fijar nuestra mirada en un punto fijo para disminuir el vértigo; el huso horario nos permite ubicarnos en el tiempo; en los viajes en carretera fijamos la mirada al frente para llegar a nuestro destino, y así pudiera nombrar otros ejemplos. Todo para concluir que el ser humano tiene una urgente necesidad de un punto de referencia para aquietar su angustia existencial. Pareciera que la mente por naturaleza lo demanda para entrar en comunicación con lo real, o por lo menos para saberse verdadera e indudable en la existencia y de ahí partir a desplegar un mundo de representaciones. No tengo duda que el punto de partida para pensar y el punto de llegada también para poder seguir pensando es la duda misma. Todo lo que se encuentra en medio es un gran recorrido que no hemos de perder de vista, por muy personal que sea. Creo que por ahí va esto de la filosofía: pensar y repensar tanto la realidad como la propia vida, siempre desde un punto de apoyo: nada más que la cosa se pone buena cuando vemos si efectivamente el punto de apoyo es verdadero o no, pues de ser incierto todo el pensamiento posterior se convierte en una quimera.
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